jueves, 24 de octubre de 2013

Picnic en Hanging Rock


Hace ya algún tiempo tuve una visita muy especial de la señora Joan Lindsay, autora de Picnic en Hanging Rock. Si tuviera que calificar nuestra tarde en el Lapin Agile con una sola palabra, sin duda, sería “inquietante”. 







Joan Lindsay



Joan Lindsay, a través de su calmada voz, me transporta a Australia, muchos años atrás, hasta 1900, a una calurosa mañana del 14 de febrero. El entorno no podría ser más evocador,  un típico colegio inglés para señoritas dirigido por la señora Appleyard, cuya disciplina inglesa y rectitud victoriana se harán notar desde el primer momento.







Gracias a la autora, la alegría de esa mañana de domingo me va transmitiendo las ganas de salir con las chicas del colegio Appleyard a tomar un Picnic en el campo, cerca de Hanging Rock, para pasar el día de San Valentín. Todas vamos con vestidos de muselina, sombreros y cestas de mimbre donde transportamos la comida.


Cuando llegamos, Joan Lindsay y yo, nos sentamos un poco apartadas del grupo para que me pueda contar todos los pormenores de las familias de las señoritas, las profesoras y, por supuesto, de la directora.
Tras el té de mediodía, cuando estábamos descansando en la hierba y parecía que el hermoso día llegaba a su fin, escuchamos un grito desgarrado. Edith Horton, que había ido a pasear cerca de la Roca junto a otras alumnas (Miranda, Irma Leopold y Marion Quade), estalla en llantos y desesperados gritos. Las otras chicas han desaparecido y ella no recuerda absolutamente nada de lo que ha pasado. La señora McCraw, profesora de matemáticas, rápidamente sale en búsqueda de las tres estudiantes desaparecidas, corriendo ella el mismo intrigante destino.




La señorita Poitiers, profesora de francés, decide que deben regresar al colegio al caer la noche para avisar a la directora y a la policía de los acontecimientos vividos ese día y que comiencen las investigaciones y las batidas, para dar con el paradero de las cuatro féminas. A partir de ese momento, las intrigas,  las apariencias, los secretos, las ambiciones, los malentendidos y los rumores en el pueblo se van atropellando para dar lugar a una historia tremendamente absorbente.

Miranda, Irma, Edith y Marion

¿Qué misterio guarda esa imponente Roca? ¿Por qué nadie escuchó gritar a las chicas? ¿Por qué Edith no es capaz de recordar nada de lo sucedido? Todas esas preguntas se arremolinaban en mi mente mientras la autora seguía relatándome el argumento (un argumento del que no puedo contaros nada más para no estropearlo).

Con las tazas ya vacías y la noche muriendo calle abajo del Lapin, Joan Lindsay se dispone a marcharse.

- ¿Qué hay de cierto en toda esta historia de Hanging Rock?- le pregunto.

- Si la historia fueron hechos reales o inventados, ya no importa- me dice- pues los sucesos tuvieron lugar en 1900 y todas las personas que aparecen estarían ya muertas.

Y tras esas rotundas palabras, se va y me deja sentada en mi mesa, como a tantos otros ha dejado, sin revelar si la historia de Picnic en Hanging Rock fue real o no.


El libro me lo recomendó hace ya un tiempo una amiga, pero no fue hasta la pasada Feria del Libro cuando pude hacerme con él, regalo de mi santo padre. Las fotos son todas de Internet y pertenecen a una película que se hizo sobre esta obra de culto australiana.

viernes, 4 de octubre de 2013

Y llegó el otoño...

Creo que es la primera vez en mi vida que estoy viviendo un otoño de verdad. En el sur de España pasamos directamente del calor sofocante, que se extiende durante todo el mes de octubre y a veces hasta primeros de noviembre, al frío de invierno. Solemos tener, como mucho, una semana de otoño. Sin embargo, aquí en Oxfordshire, puedo percibir cómo las hojas de algunos árboles se van enrojeciendo, otras incluso se vuelven de color violeta, las marrones ya tapizan el suelo de los campos y me gusta cómo crujen cuando las piso, es el sonido del otoño.

Había una persona, que muchos ya conoceréis, que yo había invitado al Lapin hacía un tiempo. Sin embargo, jamás pude conseguir un libro suyo en España. Y ahora, habiendo trasladado el Lapin Agile a estas tierras inglesas me encuentro con que, la maravillosa Tasha Tudor, ha podido venir a verme.
Ha sido un poco difícil de conseguir, pero ya tengo un maravilloso ejemplar de The Secret Garden, ilustrado por  Tasha. Es un formato de bolsillo, así que la única ilustración que tengo a color es la portada, las imágenes interiores están en blanco y negro, pero me encanta igualmente.




Con ella salgo a pasear en estos días por la campiña. Pienso en su modo de vida, viviendo en una granja, alejada de todas las innovaciones, dibujando, cultivando su huerto o recogiendo leña para calentar un té, con esos vestidos tan sencillos… Desde esa calma que desprende, me doy cuenta de la felicidad que encierran las pequeñas vivencias de cada día.
Banco de los jardines del Magdalen College

Todos tenemos grandes sueños o aspiraciones y está muy bien ser algo ambicioso en la vida. El problema aparece, creo yo, cuando te obcecas tanto en conseguir esos sueños, que no te das cuenta de que ya, ahora mismo, (quizás con pequeños detalles) también eres feliz.

Paseo de domingo aquí al lado de casa.


Pienso en cómo estoy llevando la adaptación a este nuevo lugar y puedo sonreír, sabiendo que estoy creando unos recuerdos muy bonitos para cuando dentro de unos años mire hacia atrás. Tengo la suerte de poder ir a pasear y, de vuelta, ir a una granja y recolectar frambuesas o grosellas que luego meriendo, en muy buena compañía; también puedo ir a visitar una de las ciudades más bonitas del mundo, Oxford, con frecuencia; pasear, permitirnos algunos caprichos que antes hubiese sido impensable, conocer otras regiones, tomar té en el Eagle and Child (en situaciones especiales con gente que, conociéndolas ese mismo día, te transportan a un espacio-tiempo donde las risas y el té se alternan sin parar y parece que nada más tenga importancia)…
Grosellas que luego merendé con crumpets y nutella

La vida en un país extranjero no es fácil, ni cuando tienes unas buenas condiciones. Aquí trabajamos duro y ni siquiera en nada relacionado con lo nuestro, pero estamos estudiando mucho para poder hacernos con el idioma (sobre todo yo, que soy la que peor lo lleva) y lo que tenga que llegar, llegará. Y mientras tanto, me voy a dedicar a coleccionar momentos felices en mi álbum de recuerdos.


El libro de The Secret Garden (El Jardín Secreto) aún no lo he terminado, porque en inglés leo bastante lento y lo alterno con lecturas en español, pero estoy deseando saber cómo Mary, venida desde la India tras haber quedado huérfana, se adapta a vivir en Inglaterra con su tío, al que no conocía anteriormente (parece que la cosa va de adaptación, a veces, los libros llegan en el momento adecuado).

Las fotos son todas mías, excepto las de Tasha Tudor que las he cogido de Internet.