Llegaba tarde al Lapin, como últimamente suelo
llegar a todos sitios, incluso los días en los que no tengo que ir a ningún
lugar. Parece que la sensación de prisa y vértigo me persigue, como si el
tiempo me atropellase, como si quisiera alcanzar cosas futuras que ni siquiera
sé qué son y me siento estresada sin motivo aparente.
Debido a mi ausencia, el cartero había dejado un
puñado de cartas atadas con un cordel encima de mi mesa.
- Facturas y publicidad…- pensé yo- pues casi nadie,
además del banco, sabe mi nueva dirección.
Acerqué el fajo de cartas a la luz del candil para
poder ver la procedencia.
Marks and Co.
84, Charing Cross Road, Londres.
-
¿Londres? Se han equivocado…
Pasé
el primer sobre al último lugar y la segunda carta estaba dirigida a EE.UU., a la señorita Helene Hanff. Volví a colocarla
en la parte baja de la montaña de cartas y ahí volvía a aparecer la calle
londinense Charing Cross Road. No podía ser una equivocación…
Me
dispongo a sentarme y abrir los sobres, uno por uno, e ir leyendo las palabras
extraviadas de una relación epistolar que se dio durante un dilatado periodo de
tiempo (entre octubre de 1949 y 1969) entre la escritora de guiones Helene
Hanff y los trabajadores de la librería Marks and Co.
Lo
que, en un primer momento, parece ser un simple pedido de libros de segunda
mano difíciles de encontrar en el país americano, se termina convirtiendo en
una gran relación de amistad entre la autora y los trabajadores de la tienda de libros antiguos. En la
correspondencia, vemos la evolución de las relaciones, la calidez de las palabras,
las felicitaciones, el intercambio de algunas fotografías para conocerse mejor,
regalos de Navidad, algún que otro cotilleo…
84,
Charing Cross Road es de esas obras breves que encierran tanto calor humano
dentro que quisieras que las cartas entre los protagonistas no acabaran nunca.
Cuando lo terminas, quisieras volver a empezarlo (yo lo he hecho pero con el
libro en inglés, para así ir aprendiendo algo más). Y cuando abres el email por
las mañanas (porque doy por hecho que casi nadie, al menos yo no lo hago, se
levanta y sale a la calle a abrir el buzón de verdad, a menos que estés
esperando un paquete y te haya llegado el sms al móvil de que “llegará hoy a
las 10am"), deseas que aparezca una nueva carta entre la señorita Hanff y Frank
Doel, o cualquiera de los trabajadores, y que se sigan contando cómo les va la
vida a un lado y al otro del Atlántico, mientras tú eres su testigo desde el
silencio, pero sintiéndote parte de la historia.
No sé qué más puedo decir de este libro que te hace sentir tanta
nostalgia por las cartas de verdad, de las de papel y sobre. Es una obra tan
emotiva, tan cotidiana… Me ha transmitido tanto y me siento tan incapaz de
expresarlo aquí, que casi mejor os dejo que lo descubráis por vosotros mismos.
De verdad, es un imprescindible del que me atrevería afirmar que, todo el que
lo lee, vuelve en algún momento a él para releer cualquiera de sus cartas.
Las fotos son todas de Internet, excepto la primera de las portadas (las otras dos portadas las he puesto porque me parecen las más bonitas de las que he visto).
Las fotos son todas de Internet, excepto la primera de las portadas (las otras dos portadas las he puesto porque me parecen las más bonitas de las que he visto).