sábado, 9 de junio de 2012

Antínoo, el favorito del Emperador Adriano


A lo largo de los años, muchos han sido los gobernantes que han tenido a su lado personas de confianza que, por unas razones u otras, también han pasado a formar parte de la Historia de la humanidad: Richeliue, los validos de los Austrias, etc. Aunque, como veremos, en la Antigua Roma, los “favoritos” tenían un papel más allá de lo esencialmente político.

Antínoo era un joven bitinio que se convirtió, a una edad muy temprana, en el favorito del emperador. Adriano (117-138), de procedencia itálica, fue adoptado por su tío, el emperador Trajano para que fuera su sucesor. Sobre esta adopción ya hay bastantes dudas, pues según muchas fuentes, fue Plotina (esposa de Trajano) la que urdió la estrategia de la adopción, una vez que Trajano ya yacía muerto. También fue ésta la que consiguió que Adriano se casase con Sabina (sobrina nieta de Trajano). A pesar de que la boda se llevó a cabo sin ninguna vacilación, jamás hubo amor en dicho matrimonio de conveniencia. En alguna ocasión se oyó decir a Adriano que, de haber sido un ciudadano normal, se habría divorciado. 


El emperador itálico, a diferencia de su antecesor, renunció a proseguir las conquistas del Imperio Romano y se limitó a conservar los territorios obtenidos. Esto le dio la oportunidad de dedicarse a otras aficiones como la arquitectura, escribir y viajar por su Imperio. Adriano fue un gran admirador de la cultura helénica, tanto es así, que se ganó el mote de “grieguecillo” y fue muy criticado por dicha conducta.

En uno de estos viajes por Egipto conocería a su amado Antínoo, en el año 124. Por aquel entonces, el bitinio era sólo un joven de unos trece o catorce años. Desde ese momento, le acompañará en sus viajes, durante un período de seis años, hasta que el chico encuentre la muerte en el Nilo (130).



Museo de Delfos
Como Osiris en el Vaticano
Muchas son las dudas que se han alimentado sobre la muerte del joven Antínoo. La versión oficial fue que cayó, de manera accidental, desde el barco donde viajaban. Otra hipótesis explica que se sacrificó, para salvar a Adriano de una conjura. Y la tercera versión, más novelesca, fue dada por Margarite Yourcenar, quien expone en su libro Memorias de Adriano, que el joven se suicidó.



Exposición del British Museum

Sea como fuera, lo cierto y verdad es que tras el fallecimiento de Antínoo, el emperador no escondió el gran amor que sentía por éste. En la civilización romana, seguían existiendo las relaciones entre personas del mismo sexo. Sin embargo, no estaba tan aceptado como en Grecia. Pero esto no cohibió a Adriano, quien exhibió su dolor por toda Roma, fundó una ciudad en honor a su amado (llamada Antinopolis) y lo deificó, consiguiendo que se le rindiera culto. Esto último fue muy criticado por el Senado Romano, ya que sólo el emperador y su familia tenían esos honores. Algunas fuentes hablan de su exagerado luto (“lloraba como una mujer viuda”, se decía en Roma), pero al emperador poco le importaba. Finalmente, Adriano caerá enfermo y, a causa de las malas relaciones con el Senado, se retiró a vivir a sus villas, lejos de la capital. Primero a la Villa Adriana (en Tívoli) y luego a su Villa de Bayas, donde le llegó la muerte.

Adriano llora la muerte de Antínoo, Pinelli.


Como Sumo Pontífice, Louvre.

Como vestigios de este amor, nos han quedado las numerosas estatuas de Antínoo que se repartieron por todo el Imperio, para que todos los ciudadanos romanos pudieran rendirle culto. En casi todos los grandes museos que he estado (British Museum, Louvre, el Capitolino, el museo de Delfos…), contaban con una escultura del joven. Así que nos podemos hacer una idea de la cuantía de copias que se realizaron. Algunos hablan de centenares. Además, en su mayoría están esculpidas para representarlo según el canon griego y así resaltar la dulzura de sus rasgos.




En el primer post de mi blog, os comenté que, no sólo hablaría de libros, sino también de Historia. He intentado hacerlo lo más liviano posible, para no convertir la entrada en una página de enciclopedia. Espero haberlo hecho ameno e interesante. Mirando entre mis libros, he encontrado en un artículo de la revista Historia que la mujer de Adriano, Sabina, podría haber tenido también una relación pareja con la poetisa Julia Balbila (aunque de esto tendré que investigar algo más, porque hasta hoy no conocía esta relación, sólo sabía que eran amigas y que escribió algunos versos para Adriano). 
Museo Nacional de Atenas

Si queréis saber más, os recomiendo el libro Adriano Augusto. Está formado por varias conferencias de diferentes profesores universitarios expertos en la materia. Yo aún no he leído “Memorias de Adriano”, si alguien la ha leído, ¿podría darme su opinión? Y ya que estoy con las recomendaciones… si tenéis oportunidad, visitad la villa del emperador en Tívoli, a unos 20 km de Roma, es fantástica.

Las fotos son todas mías (me acabo de dar cuenta que parezco una “grupi” de Antínoo), excepto la de Pinelli, que está cogida de internet ¡Feliz fin de semana!

6 comentarios:

  1. La figura de Antinoo es realmente extraña. Adriano nunca llega a alabar más que su belleza, ¿no? Y el chico tampoco era "nadie" (quiero decir, nadie importante). ¿Tú a crees que se debe tanta fascinación? ¿Encontró en él cierta pureza y autenticidad, dentro del "corrupto" mundo romano? ¿O el bitinio resultó ser una personalidad abrumadora e irresistible?

    Yo ahora soy mucho más "trajanista" que antes, pero aun así creo que no eres muy justa con Adriano cuando dices que se dedicó a "viajar por su imperio". Es verdad que no hizo la guerra, pero sí gobernó y lideró, y construyó un gran muro en el norte.

    Por lo demás, la entrada es estupenda. En este blog se viene a leer y a comentar y tú contribuyes a que haya un ambiente relajado y agradable. No es fácil, así que enhorabuena por eso.

    PD: leí Memorias de Adriano hace algunos años y no recuerdo los detalles (ni siquiera recordaba lo del sucidio, pero es que Antinoo siempre me resultó un personaje repelente). Sí recuerdo que el libro tiene un tono altísimo, que estilisticamente es un hallazgo y que uno termina deseando creer que son sus memorias de verdad y no un ejercicio de ficción literaria. No es nada parecido a la novela histórica que está de moda ahora.

    Por cierto, no sabía nada de esa segunda villa. ¿No le gustó la primera? Sería por el "teatro greco".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Pablo!
      Siento no haberme explicado bien. ¿Cómo voy a ser injusta con él? Si es mi preferido, incluso por delante de Augusto. En ningún momento me refería a que se montara en el "Royal Caribbean" con sus amigos y se fuese a vivir su Experiencia Fanta. Sólo decía que, al no tener que ir al frente como por ejemplo Julio César (a excepción de la guerra con los judíos), tuvo más tiempo para dedicarse a jugar a los arquitectos (con sus "cúpulas de calabaza") o para conocer su Imperio y ganarse a sus súbditos provincianos, inaugurar obras, etc. Esto no quiere decir que no gobernara. Claro que lo hizo, mejor o peor, pero gobernó.
      En cuanto a mi querido Antínoo... para ser sincera, no creo que el joven muchacho fuera un pozo de sabiduría. No me los imagino a los dos sentados hablando del mito de la caverna, ni de los presocráticos. Supongo que a Adriano le atraía su juventud, su vitalidad y su fogosidad. Lo extraño es el lado contrario. ¿Qué podría haber visto un chico tan joven en Adriano? Era un chico provinciano, quizás le agasajara con regalos y promesas de ir a conocer la capital (la erótica del poder). O, aún peor, puede ser que esos inocentes ojos pétreos escondan una gran ambición, capaz de contemplar la descabellada idea de que el emperador (sin hijos) pudiera adoptarle y ser su sucesor. La verdad es que nunca lo sabremos. Yo, aún pecando de romántica, me quedo con la visión más idealizada de que había mucho amor por ambas partes :)
      Gracias por esas cosas tan bonitas que me dices de mi blog.
      Vamos a tener que ahorrar y hacer una excursión para conocer la segunda villa. Puede que no tenga ni "teatro", ni "unicum", pero seguro que será preciosa.
      Un abrazo!

      Eliminar
    2. Verás, a mí lo que me llama la atención es la devoción desmesurada que tenía por el muchacho. Que le atrayera sexualmente, o incluso que lo amara, no me parece nada raro, y habrá pasado miles de veces con otros personajes, conocidos o no. Pero, ¿rendirle honores de deidad tras su muerte? Eso no se explica fácilmente y a mí no se me ocurren muchas cosas: o bien Antínoo era una personalidad impresionante (y quizá un poco maquiavélica, como tú apuntas) y supo seducir al emperador; o bien éste se volvió completamente loco en algún momento, si no lo había estado siempre.

      Ninguna de las dos opciones habla muy bien de Adriano, y ambas explican perfectamente el sentimiento que despertó entre sus contemporáneos. Un emperador debe aparentar en todo momento estar tocado por los dioses, pero nunca debe creérselo. Eso sólo se lo han creído gobernantes locos y creo que, cuando Adriano deifica públicamente a Antínoo, está ya como una cabra.

      Lo curioso de Adriano es que, a pesar de eso, no parece haber tomado decisiones absurdas en otros ámbitos. Roma estuvo a salvo con él, y que a pesar de creerse divino fuera un buen gobernante habla muy bien del Imperio. Pero que muy bien.

      Eliminar
    3. Alguna característica importante, y que desconocemos, tuvo que tener Antínoo. Porque lo que sí es verdad es que muchos autores fijan, en el momento de su muerte, el principio de la decadencia de Adriano.

      Sí es cierto que el emperador tuvo algunas excentricidades (como todos), pero yo veo dos etapas en su reinado. La primera, donde quería hacerse el con favor del Senado, bastante reticente. Aquí, llegó incluso a perdonar una deuda del fisco para ganarse el afecto de Roma. Y una segunda etapa, en la que se volvió más hacia su gran pasión, Grecia. Designando incluso a senadores griegos.

      Quizás ahí ya había signos de esa "locura" de la que hablamos. Y puede que ésta se acentuara con la muerte de su preferido. Éste representaba el sueño griego de Adriano. Su muerte prematura y comprometida (si damos por válida la opción de su sacrificio para salvar al emperador), podría haber servido para que Adriano se formara, aún más, una idealización interna de la persona de Antínoo y todo ello le llevara a deificarlo.

      Y a partir de la muerte de Antínoo fue cuando empeoraron las relaciones de Adriano con Roma y con el Senado.
      Puestos a pensar mal de Antínoo, puede que incluso no quisiera sacrificarse por él. Sino simplemente salvarlo para ganarse más su amor y avanzar metros hacia su carrera particular al trono y tuviera la mala suerte de resbalar por la borda (pobre Antínoo, que imagen estoy dando de él).

      Me está encantando nuestra conversación :) Tus comentarios me están haciendo reflexionar muchísimo sobre todo esto.

      Eliminar
  2. Muy interesante, Mª José. Yo tengo pendiente leer Memorias de Adriano.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Elvira. La verdad es que todo el mundo me está dando buenas referencias, así que tendremos que ponernos a ello :)
      Otro abrazo para ti (me ha encantado el cuadro de tu entrada de hoy).

      Eliminar