El segundo sábado de este mes de julio vinieron a mi
cabeza recuerdos de cuando leía el blog de María sobre sus peripecias por
Inglaterra y siempre pensé que éste era uno de los sitios que no me podía
perder. Así que, sin poderme creer todavía las vueltas que da la vida, me
dirigía bien temprano hasta este pueblecito de Gales en mi propio coche (bueno
no es mío, es prestado por la familia, pero tenemos el usufructo).
Nada más llegar a Gales percibes que todo el paisaje es aún más verde de lo que es en
Oxfordshire. Nos advirtieron de que allí siempre hacía mucho más frío y llovía
más, así que nos preparamos con sudaderas, bambas de invierno… ¡Casi nos asfixiamos!
Este año en Inglaterra ha habido, durante todo el mes de Julio, una ola de
calor (bueno, una ola de calor de 30º grados, tampoco os penséis que son los 45
ó 46º que tenemos en Sevilla) y si no recuerdo mal, sólo ha llovido un día. He
podido dar paseos en bicicleta cada vez que he querido, hemos hecho picnic en
el jardín… En fin, una situación bastante extraña, tratándose de este país.
Como digo, llegamos a Hay on Wye a media mañana
(gracias a un navegador, también en usufructo, que si no, yo creo que podríamos haber
aparecido en Zaragoza…), hacia un sol radiante y ante mis ojos se abría un
pequeñito pero hermoso pueblo de piedra gris, con calles estrechas y con
cuestas bastante pronunciadas cuando tienes tanto calor.
Creo que no vi ni una sola callejuela donde no hubiese una librería donde entrar y poder deleitarse con estanterías repletas de libros, tanto nuevos como de segunda mano (aunque predominan más los segundos).
Pero sin duda, la que más me impresionó fue la “librería”
del castillo. Se trata de dos estanterías de madera, colocadas en el jardín del
castillo, donde puedes coger los libros que quieras y colocar el dinero en un
buzón rojo que estaba bastante escondido, y aún así la gente te preguntaba que
donde estaba el buzón para pagar antes de irse. Yo creo que eso lo ponen en
España y, en la mayoría de los sitios, se llevarían el libro sin pagar y hasta
el buzón del dinero.
De aquí se vino conmigo una Heidi rubia (bastante diferente a la imagen japonesa de Heidi que yo tenía de pequeña). La verdad es que nunca fui de libros de segunda mano, sin embargo, cuando abrí éste, en la primera página había una inscripción, ¡era un regalo de Navidad para una niña en los años 60! Me puse a pensar si a la pequeña Janica le habría gustado cuando lo recibió, cuántas veces habría pasado sus páginas… Así que no lo pude dejar allí y me lo llevé a casa.
De aquí se vino conmigo una Heidi rubia (bastante diferente a la imagen japonesa de Heidi que yo tenía de pequeña). La verdad es que nunca fui de libros de segunda mano, sin embargo, cuando abrí éste, en la primera página había una inscripción, ¡era un regalo de Navidad para una niña en los años 60! Me puse a pensar si a la pequeña Janica le habría gustado cuando lo recibió, cuántas veces habría pasado sus páginas… Así que no lo pude dejar allí y me lo llevé a casa.
La hora de la comida se nos echó encima, así que
paramos para disfrutar de un picnic en la sombra de un parque al lado del río
Wye. Con las pilas cargadas, aunque con mucho calor, aprovechamos para dar un
paseo por la ribera del río y, más tarde, proseguir nuestro paseo de librería
en librería.
Disfrutamos mucho de la visita y se agradece el buen tiempo, aunque no fuésemos preparados para ello. Si tenéis la oportunidad de moveros en coche por Inglaterra (porque no sé si será fácil llegar en transporte público), no dejéis de visitarlo, ¡es toda una experiencia!
Poco a poco, voy cogiendo algo de
ritmo en mi día a día, aunque no tengo mucho tiempo para el blog porque las horas libres que tengo las paso estudiando, pero voy a seguir viniendo a
contaros mis lecturas y mis visitas, cada vez que pueda arrancarle algunos
minutos al reloj.