No
sé si os ha pasado alguna vez, pero hay
veces que todo transcurre tan deprisa que no percibes el paso del tiempo. En mi
caso, en el último año y medio los acontecimientos se han concatenado sin
cesar, a gran escala: vivencias, cambios, alegrías, decepciones, sonrisas,
miedo, crecimiento, llantos, madurez… Me pongo a pensar y tengo la sensación de
no haber “vivido” ese año. No sé cómo explicarlo, es como si el tiempo hubiese
pasado tan deprisa, o yo hubiese estado tan ocupada, que no he tenido la percepción
de que la vida se llevaba un año más. Y no lo digo con ninguna tristeza, al
contrario. Estoy feliz, pero hay épocas en que parece que todo transcurre
lentamente, como si no sucediera nada en tu vida; mientras que existen otras
que vives tanto que no te das cuenta del discurrir de los meses.
Y, debido a ello, tenía dos libros aparcados desde hacía dos Navidades, porque
estaba embebida en otros menesteres y los he recuperado estos meses de Octubre
y Noviembre. Hoy os hablaré de uno y pronto realizaré una entrada del segundo.
Ocurrió
una fresca mañana de otoño, cuando las estrellas aún palidecían en el cielo y
la oscuridad lo cubría todo. Era una cita que había esperado mucho tiempo, más
del que me hubiese gustado, pero también por la simple razón de que quería dedicarle a
ella mis cinco sentidos. A principios de octubre, cuando las lluvias habían
hecho una tímida visita antes de que se instalara de nuevo el calor que
reinaría las semanas subsecuentes, me dirigí con ella a dar un paseo por el
campo.
Pensé
que sería el escenario acorde a Cumbres Borrascosas, que es el nombre que recibe la casa donde se concentra
el relato principal de la historia. Caminé con Emily Bronte a la luz de la
luna, escuchando de fondo el berrido de los venados que buscaban una pareja con
la que aparearse (parece que el fin de todos es buscar alguien a quien querer,
ya sea familia, amigos, pareja…).
Emily,
delicada y acostumbrada al frío del Norte de Inglaterra, se muestra alegre y
habladora. Me explica cómo la llegada a Cumbres Borrascosas de un visitante
llamado LockWood desatará los recuerdos de lo allí vivido. A través de las
conversaciones con una antigua ama de llaves de la propia casa, Lockwood irá
haciéndose con las claves de las melodramáticas vidas de los habitantes de la
finca.
La
autora me acerca, en primer lugar, a la figura de Heathcliff. Un niño huérfano
y desamparado que es acogido por el señor Earnshaw, el dueño de Cumbres
Borrascosas. Heathcliff crecerá como hermano de Catherine y de Hindley, los
hijos de Earnshaw. Sin embargo, nunca tuvo el cariño de nadie más allá que de su
salvador. Hindley jamás tendrá la mínima consideración con el chico y lo odiará
hasta el fin de sus días. Por su parte, Catherine sí comenzará a ver en Heathcliff un compañero
de juegos, de tardes salvajes, de confidencias, de cariño, de amor…
Transcurridos
los años, con Earnshaw ya muerto, las hostilidades en la casa no hacen más
que aumentar. Hindley se erige como el señor de Cumbres y Heathcliff comienza a
mostrar un carácter huraño y torvo, sobre todo, una vez que su historia de amor
con Catherine se ve amenazada por la entrada en escena de la familia Linton,
unos vecinos residentes en la Granja de los Tordos.
Y
así, mientras los animales se acercan a escuchar el cautivante relato, Emily me
desgrana todos los incidentes, los amores de unos, la abnegación de otros, los miedos, las traiciones, las venganzas, las
arrogancias, la sumisión… Una bomba de relojería hecha a base de fuertes sentimientos que jamás podrían haber convivido pacíficamente en Cumbres Borrascosas.
Con
las primeras luces de la mañana y la calidez de los primeros rayos de sol que
empujan la noche hacia el Este, llega el desenlace y con él, la señora Bronte
se despide de mí. Yo tengo que emprender el camino de vuelta sola, pensando en
esta historia que te atrapa mientras la estás leyendo y ya para siempre. Pienso
en los personajes que más me han impactado: Heathcliff y Hareton (hijo de Hidley
Earnshaw).
Hareton
es la muestra de la superación, del amor esperanzado, escondido, cauto y tímido. Es la
candidez, nacida salvaje, dentro de la tosquedad de un chico mal querido y peor
criado. Heathcliff, sin embargo, es ese tipo de protagonista que a nadie deja
indiferente: o le quieres, o le odias. Es un personaje muy completo, con una
vileza que desata los peores sentimientos del lector; pero con una lealtad
desesperada que produce, en muchas ocasiones, pena.
Me
quedo con muchas cosas que contaros sobre este encuentro con Emily Bronte, a la
que me alegra mucho haber esperado y conocido en su momento oportuno, pero prefiero que (los que
no lo hayáis hecho aún) lo disfrutéis sin que nadie os desvele las partes más
importantes.
Los paisajes de la caminata que di con Emily distan mucho de ser
los páramos descritos en Cumbres Borrascosas. Las fotos pertenecen al Parque
Nacional de Doñana, donde fui a pasear aún de noche y a esperar el amanecer. No
es Yorkshire, pero a mí me resultó también muy inspirador para esta entrada,
además de gozoso al poder ver cómo algunos animales se acercaban curiosos a ver qué
hacía alguien paseando por allí a aquellas horas.
(lo de las firmas aún voy controlándolo, las que salen más grandes es por el tamaño de foto, la firma es el mismo tamaño. Ya mi asesor me explicará, que hoy está en huelga)
(lo de las firmas aún voy controlándolo, las que salen más grandes es por el tamaño de foto, la firma es el mismo tamaño. Ya mi asesor me explicará, que hoy está en huelga)