Al
doblar la esquina de la calle que me conduciría al Lapin, tras unos doscientos
metros de aceras mojadas por la lluvia de aquella noche y árboles despojados de
las pocas hojas que aún vestían sus ramas, el viento seco me arañaba la cara.
Me abotoné la parte alta del abrigo gris, de una forma que oscilaba entre lo
torpe y lo ridículo pues no tenía ninguna intención de despojarme de las
manoplas de lana que me acababan de regalar y que, en estos días, me estaban
ayudando a que mis sabañones se curaran.
Si
no fuera por él, no me habría levantado de la cama un día como hoy. Pero sabía
que el encuentro no me decepcionaría. Cuando conseguí llegar, con todos mis
miembros ateridos por el frío, lo encontré de espaldas sentado cerca de la
chimenea, donde había dispuesto dos butacas orejeras y una pequeña mesita en la
que ya humeaba una tetera de English Breakfast.
-Acérquese al hogar y caliéntese,
muchacha- me saludó cordial.
Su
imagen era la de un hombre mayor, ataviado con un traje de chaqueta de
lana escocesa y postura firme y elegante. Sus rizos, algo rebeldes, estaban
colocados hacia la parte derecha y una larga y frondosa perilla encuadraba su
mentón. Los ojos oscuros que me observaban no dejaban ver una mirada severa,
tampoco penetrante. Dejaban ver una persona distraída, quizás fatigada por el
paso del tiempo.
-A lo mejor no es un buen momento…- comencé. Pero él me interrumpió.
-¿Conoces la historia de La Tienda de
Antigüedades del abuelo de Nell?
Antes
siquiera de que pudiera responder, el señor Dickens inició su historia. Me
llevó a recorrer las calles de un Londres victoriano oscuro. Un lugar por el
que daría miedo pasear más allá de las dos del mediodía. Y, pronto, me vi
inmiscuida en la vida de la pequeña Nell. Una niña huérfana que vive con su
abuelo, un anticuario que negocia con gente sin escrúpulos como el vil Daniel
Quilp.
Las
malas decisiones del abuelo, agravadas con la maldad del señor Quilp,
condenarán a nuestra Nell Trent (y digo nuestra porque Dickens tiene la
habilidad de que la sientas como algo tuyo, a quien te gustaría abrazar y
proteger) y a su abuelo a abandonar su casa y su negocio, emprendiendo un viaje
por la Inglaterra rural en pos de una vida mejor. Esta huida a mitad de la
noche, se realiza sin que Kit el vecino y mejor amigo de Nell pueda hacer nada
por evitarlo.
A
partir de ese momento, las tazas de té se suceden y el señor Dickens empieza a
pasar páginas de su novela mientras yo sigo sirviendo la bebida que
acompañamos con algunas pastas. Es una obra extensa, pero la visita se
me hace corta.
A
veces, mientras él me narraba la historia de la odisea de nuestra protagonista,
mis ojos se dirigían a la ventana y pensaba en el frío que hacía y en la niña menuda. Una infante huesuda, de una piel tan fina que seguramente no guardaría
nada de calor, vagando y luchando contra las adversidades. ¿Cuántas Nells
habrá, en estos momentos, viviendo su particular odisea?, me pregunto,
arrastradas quizás por decisiones que otros han tomado y que, sin quererlo, le
repercuten directamente.
Paralelamente
al relato de Nell, también vivimos cómo sigue siendo la vida del joven y
voluntarioso Kit, que debe seguir con su vida en Londres para poder combatir
la pobreza y paliar el hambre de su madre y sus hermanos; a la vez que no cesa
en su afán por encontrar noticias de su querida amiga.
Y
así, a través de un recorrido de más de seiscientas páginas, Dickens me bautizó
en su mundo victoriano de injusticias, pobrezas, de clases sociales, de
infortunios y desventuras, aunque también con momentos de belleza y esperanza. Un
universo donde quedan perfectamente delineadas las actitudes de los personajes.
Donde odias con todo tu ser al señor Quilp, entre otros, y donde te encariñas
hasta el extremo de sentir desasosiego por querer proteger a los personajes de
buen corazón.
Era
la primera vez que me reunía con Dickens. Él cogió su sombrero y se fue,
dejándome allí sentada delante del fuego. No me apetecía levantarme, ni volver
a casa. Quería seguir en el Lapin, imaginándome en uno de esos bares lóbregos del
Londres de 1840. Pedí algo de comer y me dispuse a escribir una nota de
agradecimiento al autor, deseando que volviera pronto a visitarme. ¿Quizás con
Oliver Twist?
(Las fotos son todas de Oxfordshire)
(Las fotos son todas de Oxfordshire)
Querida Mª José.. Como siempre es un auténtico gustazo leerte. Estaba yo aprovechando para visitar mis blogs preferidos, que últimamente con tanto ajetreo os tengo un poco desatendidos, y me he encontrado con tu entrada. Cómo no, ya me has despertado el gusanillo y estoy deseando leerme este libro. Me encantan las historias de la Inglaterra victoriana y si me las acompañas con un English Breakfast con leche me ganas del todo ;)
ResponderEliminarNo sé si te lo han dicho alguna vez, pero eres una fantástica escritora. Me encanta la forma en la que cuentas las cosas ;)
Bueno, me están apremiando para salir a dar una vuelta, así que te tengo que dejar, pero ya te escribiré.. Tengo un montón de cosas que contarte.
Un beso enorme!!
Hola Lara!
EliminarNo te preocupes por lo de venir más o menos a visitarme, creo que todas andamos un poco a la carrera. Yo tardo mil en responder a vuestros comentarios, normalmente lo hago el mismo día que voy a publicar de nuevo. Y después, para visitar vuestros blogs, siempre suelo dedicar una tarde o una mañana (según disponibilidad), para poder comentar en todos el mismo día y ser así un poco equitativa. Aunque claro, hay blogs que suelen publicar con más asiduidad y cuando voy veo que han publicado dos o tres post jaja pero aunque no comente todos, sí que me gusta leerlos y apuntar los libros que recomiendan.
Eso de "fantástica escritora" es porque tú me lees con muchas ganas y buenos ojos de amiga, ya te digo yo que no llego ni a escritora a secas jaja
Un besito muy fuerte y gracias por la visita! En nada, paso a ver tus lentejas!
María José, ¡¡qué maravilla!!...Siento que te he acompañado desde un rincón (como Trancos en el Señor de Los Anillos) viendo como hablabais de una Tienda de Antigüedades que aún no he tenido el privilegio de visitar. Dickens te lleva tan maravillosamente bien a la tristeza y desasosiego, que es inevitable no sentirse abatida cuando lees sus libros. Dicen que este es de los más tristes.
ResponderEliminar¡¡Qué fotos tan bonitas!! Parece que de repente estoy andando por las calles de Oxford y sus alrededores. La del té me encanta...sin duda llega hasta aquí su aroma. Lo narras de un modo tan especial que nos trasladas y viajamos contigo en el tiempo.
Una alegría leerte, mi querida María José...
Un abrazo grande!!
Hola María!
Eliminarjijiji Siempre te asemejo con Trancos en lo de escuchar con discrección, auque como ya te dije una vez, más con la bondad de Sam. Te llevas lo mejorcito de cada uno.
La verdad es que cuando empecé la lectura de la novela fue tal como dices. Una penita que decía, no sé yo si la terminaré. Pero Dickens escribe tan bien que no te pesa seguir leyendo y manteniendo la esperanza de que todo se arregle al final. Aunque no pueda desvelar aquí si se llega a un final feliz o no, para no estropear la novela a otros.
Qué bien que te gusten las fotos de Oxford! Hay muchas tardes que me voy a la carpeta de las fotos de Inglaterra y me pongo a verlas unas tras otras, sólo para imaginar que estoy allí dando un paseo. Creo que echo mucho de menos Oxford, no mi vida allí, pero sí la ciudad, el ambiente, las librerías...
Para mí sí que es una alegría que pases por aquí siempre, incluso cuando tardo mil años en contestar. Merezco una colleja!
Un beso muy grande, querida amiga!
María José:
ResponderEliminar¡que deliciosa visita hiciste a Dickens! y describes con tanto detalle el frío, como ibas abotonando con la mano dentro de un mitón y los sillones con orejeras que me estremecí acá en casa (donde hace frío, pero no tanto). ¡Y las fotos! me parece que la taza es más grande que la tetera jajaja ¡cuidado con la teína!
Espero que los sabañones ya estén curados y que tu corazón ya haya encontrado un poco de consuelo ;)
un beso,
Ale
Ay querida Ale, qué sonrisa más grande me has dibujado con tanto piropo! Porque me pillas lejos, que si no, iba ahora mismo a achucharte fuerte fuerte para darte las gracias!
EliminarLo de la teína me pasó el otro día, me equivoqué en el té de por la tarde y en vez desteinado, me tomé uno fuerte! A las 3 de la mañana estaba sentada en la cama como un búho! Qué mala noche! Desde entonces arrastro mal sueño. Anoche, no te digo más, a las 3 de la madrugada estaba poniendo una lavadora y a las 5 colgándolas en el tendedero jajajaja de loca!
Muchísimas gracias por pasar! Los sabañones ya están geniales, ahora creo que tras unos días de lluvia, vamos a disfrutar de algo de primavera.
Un besazo! Me paso con la libretita por tu blog en estos días que siempre me llevo muchos libros recomendados!
Hola Mª José. ;D
ResponderEliminarYo lo tengo con el nombre de "Almacén de Antiguedades", imagínate que en un momento pensé en ponerle a mi blog este nombre, por la novela de Dickens.
Recuerdo que la leí hace ya algunos años, y me sorprendió mucho el final.
Y debo confesarte, que al abuelo le tenía yo una cólera, todo lo que sufre la pequeña Nell por culpa de él, yo que ella lo mandaba bien lejos, pero supongo que si hacía eso ya no sería Nell. Y tienes razón, actualmente hay muchas Nells, aquí en mi país, a pesar de que hemos mejorado, aún hay mucha pobreza y se puede ver en las calles, niñas muy pequeñas, más que Nell, vendiendo frunitas, exponiéndose a la maldad de algunas personas. Lo que escribió Dickens hace muchos años sigue siendo real ahora.
Por cierto, qué honor haber conocido a Dickens! Me gustan mucho casi todas sus novelas, e incluso de la que menos me puede haber gustado, me queda algo, algún personaje quizá. Espero que otro día se puedan encontrar y que te cuente algo de historia de dos ciudades y del señor Carton :D
Te mando un súper abrazo!!
PD: Me encantan las fotos :p
Hola Pilarcita!
EliminarA mí me pasaba igual con el abuelo, no he querido despotricar mucho más sobre él para no desvelar nada a quien no se lo hubiese leído, pero odio puro le tenía jajaja
Qué penita, como dices, las Nells que aún existen! A veces, no nos damos cuenta, pero somos muy afortunados. Comparto contigo totalmente que, salvando algunas diferencias propias del contexto, el sufrimiento, la maldad y las desigualdades de las que habla Dickens están hoy muy presentes en variados ámbitos.
Me apunto la de las dos ciudades, aunque yo había pensando volver a encontrarme con él con Oliver Twist o David Copperfield (Cada vez que lo escribo me acuerdo de un mago o ilusionista que salía en la tele cuando yo era pequeña jaja).
Un besito muy fuerte! En breve me paso por tu hermoso blog, que sé que llevo mucho retraso de entradas y siempre voy corriendo, pero siempre me gusta pasar un rato tranquilo visitándote.