Empecé entusiasmada con la cita que estaba a punto de
tener. Lo que no sabía es que acabaría de este modo.
Había preparado un picnic en un parque cercano al
Lapin. Sabía cuál sería una de sus comidas favoritas, así que no dudé en
llevarme toda la mañana cocinando un rico pastel de patatas, queso y cebolla.
Y, mientras estaba colocando y descolocando los
cubiertos una y otra vez, apareció George R. R. Martin con su cuarta novela de
la saga Canción de Hielo y Fuego, “Festín de Cuervos”, debajo del brazo.
Le conté que el primer libro lo había devorado el
verano pasado, tendida en el césped de la piscina, en la toalla a la orilla del
mar, en el sofá a la hora de la siesta, en la cama antes de dormir… Me
encandiló el estilo tan novedoso (viene dividido en capítulos en el que cada
uno se habla de la historia de un personaje) y me encariñé tanto con algunos de los
protagonistas, que siempre quería adentrarme más y más en esos lejanos reinos.
Llegó el momento de conversar sobre el segundo libro.
Quise confesarle a Martin que me pareció que contenía una violencia excesiva,
brutal y, la mayoría de las veces, gratuita. Sin embargo, supuse que él ya lo
sabía, al fin y al cabo era el autor, así que me lo callé.
Él seguía bebiendo sorbos del vino especiado,
mientras, yo le animaba volviendo a alabar su creatividad en el tercero de los
pasajes, “Tormenta de Espadas”. Aquí el ritmo de las diferentes historias
comienza a despegar, la violencia ya no es tan desgarradora como en el segundo
(al menos, a mí me lo pareció); la
curiosidad, que se había apagado durante la segunda novela, vuelve a
despertarse y me quedo más que satisfecha tras su lectura. Y esta satisfacción
fue lo que hizo que le pidiera a G. R. R. Martin que viniese con su cuarta
novela.
Sin embargo, pronto me arrepentiría de mi deseo. Allí
estaba el autor americano que, por su manera de hablar, yo hubiese jurado que
era galés. Que no me malinterpreten los galeses, ni los filólogos, ni los
eruditos del tema… no es que yo sea ninguna experta en acentos ingleses. Mi
conocimiento del galés se resume a una noche en un pub de un pueblo irlandés,
donde un chico de Gales nos contaba no sé qué historia de su región con una
exagerada lentitud en la articulación de las palabras. Ya no sé si eso era el
acento galés o era que en las venas del chaval había más proporción de
Budweiser que de sangre. En cualquier caso, en mi cerebro, el galés es “hablar
balleno pero con palabras inglesas” (los
que hayan visto la película de Disney “Buscando a Nemo“ me entenderán) . Pues
eso mismo es lo que pienso cuando veo a Martin contarme la historia de Festín
de Cuervos, que se prolonga de una manera desagradable, que se estanca, que la
acción es inexistente, que aparecen personajes de debajo de las piedras…
Esta saga está considerada como una “novela río”, es
decir, una obra con un argumento principal que se alimenta de otras historias
que confluyen y desembocan en dicha trama principal. Bien, pues para mí, se estaba
convirtiendo en una “novela los siete mares y todos los pantanos con sus presas
abiertas”. Las palabras del de Nueva Jersey se alargaban hasta decir basta y, a
medida que iba contando más historias, mi mente, por más que lo intentara, ya
no recordaba a qué casa pertenecía cada personaje, qué había hecho éste en los
libros anteriores, de dónde venía el rencor…
No entendía nada.
Así que le pedí que se sirviera otro trozo de pastel
de patatas y mientras lo cortaba, espaldas a mí, salí huyendo. Sí, corrí como
si no hubiera un mañana, entré en el Lapin, casi sin aliento, cerré de un
portazo y atranqué la puerta con una silla, por si le ocurría volver a
buscarme.
Sé que volveré a retomarla algún día porque le he
cogido cariño a alguno de los protagonistas, pero es que hay otros personajes
que son infumables. ¿Sabéis esos libros en los que dices “es que me pongo y
no sé cuándo parar”? Pues en éste no pasa. Cada vez que llegas a un
capítulo de Daenerys Targaryen sabes que es la hora de irte a dormir.
A pesar de lo dicho anteriormente, hay personajes que
merecen mucho la pena y a los que seguiría hasta el fin del mundo. Así que yo
os animo a leer la saga, eso sí, al
ritmo que cada uno pueda llevar. Lo malo de dejarla aparcada, como voy a hacer
yo, es que cuando vuelva a ella, seguramente, se me habrán olvidado muchas
cosas, pero estoy dispuesta a correr el riesgo. Es que es la única solución que
encuentro para no aborrecerla. Bueno, también está la de arrancarle las hojas
de los capítulos de los personajes que no me gustan, pero como lo tengo en
formato ebook, esa opción es inviable.
¡Espero no haberos echado muy para atrás con los
comentarios! Si no os convence, también tenéis la serie, aunque no puedo opinar
sobre ésta porque sólo he visto el primer capítulo (y prefiero el libro).
He de decir que la entrada la escribí hace un par de semanas y he retomado la lectura. Así que os informo, haciendo honor a la verdad, de que a partir de la página ¡500! toma más interés la historia jajajaja Ahora bien... ¡Coraje hasta entonces!
El libro que aparece en la primera foto con el pastel se lo regalé a Heavy-Chef para Navidades. Es una obra con muchas recetas de las numerosas comidas que aparecen a lo largo de toda la saga.
El libro que aparece en la primera foto con el pastel se lo regalé a Heavy-Chef para Navidades. Es una obra con muchas recetas de las numerosas comidas que aparecen a lo largo de toda la saga.