lunes, 2 de julio de 2012

Montañas como Islas


Pequeño Árbol, si no conoces tu pasado, no tendrás futuro”.

Pequeño Árbol es un niño de cinco años que queda huérfano y debe irse a las montañas a vivir con sus abuelos cheroquis. El libro no es el súmmum de la literatura (incluso, hubo veces que no me gustó la traducción), pero tampoco creo que lo pretenda. No obstante, tiene un estilo sencillo, lleno de paz y se lee bastante rápido. No hay una gran historia de amor, ni giros inesperados en su trama, sin embargo, encierra algo en él que le hace ser especial: la ternura de un niño de cinco años que te cuenta su vida. Creo que es el primer libro, en mucho tiempo, que me ha hecho tener un nudo en la garganta mientras leía (y, aunque me da vergüenza, he de reconocer que he llorado mucho). Pero no son lágrimas motivadas por sucesos trágicos, todo lo contrario. Es emoción por la candidez y la inocencia del chico, por su forma de ver la vida, por el amor que siente por sus abuelos (el momento en el que le regala la caja de galletas a su abuela, yo lloraba con el corazón encogido) y por la dedicación de éstos hacia su nieto.




El autor me ha traído hasta las montañas de Tennessee y me ha dejado acercarme sola a la cabaña. Esta es una experiencia que tengo que vivir empapándome de la energía y la quietud de este lugar. Allí me esperan mis tres protagonistas, acompañados de Willow John, un indio amigo del abuelo. 

Por primera vez, renuncio a la desnudez de mis pies y los cubro con unos mocasines hechos por la abuela Bonnie Bee. Me llegan hasta el tobillo y, como ella misma dice, cuando caminas por las montañas sientes “la tierra tibia empujar, hinchándose en algunos sitios y cediendo en otros…” Así, acompañaré cada día a Pequeño Árbol en sus aventuras e iré descubriendo la belleza de estas montañas.



Montañas como Islas es uno de esos libros con el que ríes y lloras. Cuando terminas la última página, quieres salir corriendo y compartirlo con todo el mundo. Es un canto a la justicia, a la defensa de los cheroquis, a la naturaleza, pero sin caer en idealizaciones. A medida que iba leyendo, apuntaba en la última carilla los párrafos y el número de la página que más me habían gustado (terminé completando la cuartilla). Desde el verano pasado, tras haberlo leído, cada vez que tengo la oportunidad de ver el sol desperezándose durante el amanecer, recuerdo la frase del abuelo: “Se está despertando”.




Todo el mundo tiene alguna película, una obra de arte o algún libro que hace que le tirite el alma. Para mí, este libro es uno de ellos. Quizás no sea un clásico, pero no por ello tiene que ser malo. Soy de las que creen en la variedad y en leer buena literatura, pero sea de la época que sea. ¿Acaso alguien que haya nacido en 1980 ya está condenado a no escribir porque sus libros serán considerados poco más que banales? No sé, a lo mejor soy una exagerada, pero para mí es como si le dijéramos a los niños que hoy día están en el colegio, que no tengan sueños porque ya está todo inventado, que se limiten a vivir con lo que hay. Creo que si nadie se hubiera arriesgado a escribir algo innovador, nos hubiésemos conformado con recitar, de memoria, las epopeyas de Homero y nada más. No tendríamos a Shakespeare, porque para Teatro ya estaban los clásicos de Aristófanes, Sófocles o Eurípides; no habríamos leído más poesía porque tendríamos la de Catulo… y así con todo. Defiendo los clásicos y, yo misma, suelo escoger leer uno de ellos antes que cualquier libro contemporáneo; pero también me gusta dar oportunidades y no encerrarme en la negación, por el simple hecho de que el autor haya nacido hace cuarenta años. Nunca se sabe donde puedes encontrar un personaje que se agarra de tu mano y te acompaña el resto de tu vida, susurrándote aquellas palabras que tanto te gustaron en un momento determinado de la lectura.


Volviendo a “Montañas…”, hace años había otra edición que llevaba por título “La estrella de los Cheroquis”, pero ahora la editorial Duomo lo ha sacado con este nombre. Me gustan mucho más el nuevo título y la portada, igual de sencilla que la historia, con las esquinas envejecidas y un árbol en medio rodeado de dos perros. Además, la editorial me ha descubierto una palabra que desconocía y ahora me encanta: “nefelibata” (persona que vive en las nubes).

Fue publicada en 1976. Del autor (Forrest Carter) cuentan que, en realidad, se trataba de Asa Carter, un antiguo político miembro de la American States Rights Association. Según esto, Carter renegó de sus ideas y se retiró de la vida política para dedicarse a escribir.


También han hecho una película: “The education of Little Tree” (a ésta pertenecen las fotos de mi entrada). La he conseguido en inglés, pero aún no la he visto. Me da miedo que corrompa la historia y quiebre mi visión de las montañas.





La foto está hecha con el móvil, lo siento :)


¿Sabéis…? Hoy no volveré al Lapin Agile, me quedo un rato más sentada en el porche de la cabaña, tomando un trozo de pastel de zanahoria, disfrutando del atardecer salvaje y escuchando a la abuela Bee leer en voz alta el libro de Macbeth que el abuelo trajo de la biblioteca.

10 comentarios:

  1. Hola Ma José, libros con estilo sencillo y lleno de paz son exactamente mis favoritos. Un escritor que logra hacer sentir eso a sus lectores, siquiera a algunos, debe sentirse super recompensado. Del libro primera noción que tengo, pero parece que tiene buenas críticas. Trataré de encontrarlo.
    Estoy de acuerdo contigo en no cerrarnos con los clásicos y darles oportunidad a los nuevos. Pero es bastante difícil encontrar uno en el que no todo sea violencia, drogas, etc. Felizmente hay excepciones, que incluso conteniendo esos temas hacen que uno disfrute de la lectura. Abrazos!! :)

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    1. Hola Pilar!
      Yo también creo que los libros sencillos tienen algo especial, que se te meten muy hondo. Quizás, te hagan más partícipes de su historia que cuando hay muchos personajes, es como más íntimo.
      He estado por decírtelo varias veces y no recuerdo si llegué a decírtelo en tu blog, pero me ha encantado el motivo de donde sacaste el título del blog y la foto de tu perfil :)
      Gracias por pasarte, me encanta intercambiar comentarios contigo a tanta distancia ;)

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  2. Parte de la aventura de leer es lanzarse a descubrir cosas nuevas. Y además hay que mantener ese equilibrio entre clásicos y contemporáneos o uno se arriesga a perder el pulso a su tiempo, que tampoco es plan. Por otra parte, ni todo lo viejo es bueno, ni todo lo nuevo es malo. Hoy también se escriben clásicos, y en el último siglo se han escrito muchos.

    Dicho esto no me llama mucho la atención Montañas como islas. Parece un libro en el que sólo hay buenos ^^

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    1. Es cierto lo que dices de que "hay que lanzarse a descubrir cosas nuevas". Por eso... quizás deberías lanzarte a descubrir "libros en el que sólo hay buenos" jaja

      Sí, quizás tengas razón y sea un libro más sencillo de los que te suelen gustar a ti. Pero a mí me ha encantado, te enseña otra manera de respetar las costumbres ajenas y la naturaleza. Y, sobre todo, te hace ver que el hombre civilizado no siempre está en posesión de la verdad absoluta (aunque siempre lo estemos creyendo).
      Gracias Pablo y qué pases un día fresquito!

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  3. ¡¡Qué bien escribes MªJosé!! De algún modo, nos transportas a ese libro que "te ha despertado", que hace de ti otra persona, siendo la misma...Tienes razón todos tenemos libros de esos que nos hacen diferentes, que nos dejan huella...de todos aprendemos, con todos viajamos, pero hay algunos que nos hacen viajar sin mochila, sin nada,...y con los que nos sentimos más vivos.
    Tomo nota de este libro y sí te gusta perderte en la naturaleza, seguro que ya has descubierto a Thoreau,...pero sí no...te invito a que le leas. Parece descendiente de los indios.
    Y con tu permiso...me quedo contigo en ese porche de la ventana...admirando los colores del atardecer...aunque creo que por estas horas en las que te escribo, allí, más bien estará amaneciendo...
    Un beso grande!!!

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  4. ¡María! ¡Qué bien que tus libros y tus estanterías te hayan dejado un ratito para que puedas venir!. Gracias por tus palabras, siempre tan cálidas. Ya sabes que si me decidí a hacer un blog, fue gracias a tus maravillosas entradas (que fui siguiendo durante dos años). Así que un gran tanto por ciento de esto, se debe a ti :)
    No he leído nada de Thoreau, pero ya está apuntado. Acabo de informarme un poco y es una persona por la que sentir admiración. Hoy en día harían falta muchos como él.
    Puedes quedarte todo el tiempo que quieras en el porche, me gusta tu compañía, sentarme contigo a hablar... Aprendo muchísimas cosas. Lo único... que pastel de zanahoria ya no queda, pero te puedo ofrecer bizcocho de limón :)
    Un abrazo y mil gracias por venir!

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  5. Tomo con gusto esa porción de bizcocho de limón que me ofreces. Y gracias por tus palabras, pero el blog lo escribes tú...y lo haces de maravilla.
    Me alegro que te hayas atrevido!!
    Un abrazo grande!!

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  6. Yo también me alegro de haberme atrevido :) Me está devolviendo muchas sonrisas. Nunca pensé que me fuera a llenar tanto!
    Un beso!

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  7. tomo nota del libro, es de los que me gustan ;) ¡gracias por descubrírmelo!

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    1. :) Gracias a ti por leerme. Es uno de mis libros especiales. Sencillo, pero profundo, con detalles tiernos, con inocencia...
      A mí me encanta la verdad, espero que lo disfrutes tanto como lo hice yo
      Un beso!

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